Hoy los panameños estrenamos Presidente. Se inicia una nueva etapa llena de esperanzas y buenas intenciones. En medio del convulsionado mundo en que vivimos, Panamá sigue apostando por la libertad y el progreso y los habitantes de este pequeño país, bendecido de muchas maneras por nuestro generoso Dios esperamos llenos de ilusión por los cambios ofrecidos. Pero un país no lo hace un presidente ni mucho menos un gobierno. Un país es el reflejo de la gente que lo habita, la que sale a la calle día a día a luchar por sus sueños, trabajando, estudiando, construyendo el país que todos queremos. El momento se presta para reflexionar que tan comprometidos estamos con ese cambio que todos anhelamos, cada uno desde el lugar donde se desenvuelve: los políticos (¿servidores públicos?) trabajando a favor del pueblo que los eligió para que los represente; los empresarios generando trabajos que realmente mejoren la calidad de vida de sus colaboradores; los educadores comprometidos en formar la generación de relevo y el ciudadano común respetando las leyes y viviendo en armonía. Porque mientras los políticos sigan poniendo primero sus interese partidistas y se presten para todo tipo de componendas con el descaro y el desparpajo que los ha caracterizado; los empresarios sigan subvalorando su recurso humano impidiéndoles alcanzar un nivel de vida digno; los educadores sigan produciendo profesionales mediócres sin ética ni compromiso y el ciudadano común siga comportándose irresponsablemente en el tráfico, ante sus vecinos, evadiendo impuestos y jugando vivo, no habrá presidente ni gobierno que nos saque del caos de inseguridad, injusticia social, alto costo de la vida, falta de valores y mala educación en que se ha ido convirtiendo nuestro país ante la mirada indiferente de todos. Por eso digo SUERTE PANAMÁ...
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